Hi Jade! (Tolle ViKa, übrigens!) :o))
gutes Thema !
Danke!
Gibt es weiterführende Literatur hierzu ?
Es war nur eine Meinungsartikel in einer spanischen Zeitung. Vielleicht gibt es was auf Deutsch von diesem Historiker, Eric Hobswamm?
„Decía el historiador marxista, Eric Hobswamm, que América
encarna el gran éxito de la civilización. Se ha dicho que
Estados Unidos dispone de un sistema designado por genios de
tal forma que pueda ser regido por idiotas.“
(Sinngemäße Übersetzung: Der marxistische Fachmann für
Geschichte, Eric Hobswamm, sagte, daß Amerika (USA) wohl das
grandiose Erfolg der Menschheit darstellt. Es wurde gesagt,
daß USA über einen (politischen) System verfügt, der von
Genien entwickelt wurde. Und das auf so eine Art und Weise,
daß dieses Land doch durch Idioten regiert werden kann.)
Das verstehe ich nicht so ganz. Grandiose Erfolg der
Menschheit?
Ich vermute, daß darunter gemeint wird die Tatsache, daß wir uns mehr oder weniger mit den ameikanern (und ihren „Way of Life“) vergleichen, ihre Sitten annehmen (zB Halloween),… Aber ich vermute 1. daß diese Beispiele sehr schlecht sind ;o))) und 2. daß ich den ganzen Artikel übersetzen soll. Das mache ich morgen oder am Montag.
von Genien entwickelt ? etc. ?
Die Menschen, die dazu beitrugen, diese „Sheet of Rights“ (heisst es so, oder?) haben Hervorragendes geleistet. Und danach haben die USA oft Gesetze und Pflichten in Ihren Gesetze übernommen, die wirklich toll waren, zB die Menschenrechte. Daraus entstand eine Gesetzgebung, die so toll ist (natürlich gibt es Ausnahmen und Ungerechtigkeiten), daß selbst ein Idiot in der Lage sein kann, dieses Land zu regieren (tut es ja!) ;o)) und trotzdem geht das Land nicht zugrunde.
Was soll das heißen ??
Ich glaube das war vom Artikelverfasser gemeint.
Schöne Grüße aus Nürnberg!
Helena
PS Für diejenigen, die Spanisch verstehen und nicht mit dem TExt warten wollen, hier das Original:
"La hegemonía americana
LLUÍS FOIX - 28/04/2004 - 21.09 horas
Los españoles fuimos arrogantes cuando dominábamos el mundo. Los franceses resultaban insoportables bajo Luis XIV o Napoleón. Los británicos despreciaban al resto de humanos en el siglo antepasado. Los soviéticos no llegaron ni siquiera a conquistar a los rusos. Los americanos prosiguen la tradición imperial. Son el poder del momento, hegemónico, y no pueden esperar el aplauso universal.
Decía el historiador marxista, Eric Hobswamm, que América encarna el gran éxito de la civilización. Se ha dicho que Estados Unidos dispone de un sistema designado por genios de tal forma que pueda ser regido por idiotas. El caso es que estamos ante la única potencia mundial. Dispone de la mayor economía del planeta y de los niveles más altos de prosperidad. También la pobreza vergonzante asoma en cifras importantes en sus ciudades.
Hay mucho crimen, se aplica la pena de muerte y cada vez hay más ricos que son más ricos y más pobres que son más pobres. Los principios del mercado rigen muchas conductas personales y colectivas. Reciben muchos ahorros de todo el mundo para equilibrar su balanza comercial. Consumen más que producen.
Gastan en seguridad y defensa más que los seis países que le siguen en el escalafón. Su aparato militar es capaz de actuar con éxito en casi todas las partes del mundo. Casi un millón de “marines” vigilan los mares y los océanos.
La cultura americana no son sólo las canciones de Madonna o las películas de Bruce Willis. Es un país que tiene más de mil setecientas orquestas sinfónicas, despacha más de siete millones y medio de entradas de ópera al año y los museos reciben quinientos millones de visitantes, habitualmente sin pagar un dólar. Medio millón de estudiantes extranjeros están matriculados en sus instituciones académicas. El setenta por ciento de todos los premios Nobel en vida residen en Estados Unidos.
Viven los americanos su hora sublime. Como en la Inglaterra victoriana, en la Roma del siglo I o en la España de Felipe II. Vinieron a Europa por dos veces en el siglo pasado para ahuyentar los fantasmas de nuestras trifulcas históricas y garantizar nuestra seguridad y nuestra libertad.
¿A qué viene este cuadro tan espectacularmente positivo? Voy a referirme a la historiadora americana, Barbara Tuchman, fallecida hace unos años. Escribió un espléndido libro “the March of Folly” en el que hacía un repaso exhaustivo a la historia de todos los imperios. Empezando por el español y acabando por el británico. Argumenta Tuchman que todos los imperios han empezado su decadencia cuando han querido proteger militarmente sus intereses en los confines territoriales.
Felipe II sabía, por ejemplo, que no podía librar cinco guerras paralelas. No tenía capacidad. Ahí empezó su declive. Napoleón fue víctima de su ambición desmesurada levantando en armas a toda Francia. Acabó su megalómana carrera en Waterloo. Los británicos, desde una isla perdida en el globo, no podían dominar militarmente la India, Africa Oriental, Oriente Medio, el Mediterráneo y el resto de los océanos. Un imperio más poderoso, el americano, le sustituyó.
Es cierto que la capacidad tecnológica y militar de Estados Unidos no admite comparaciones. Son los más fuertes. Precisamente por esta circunstancia puede haber empezado su lento y gradual declive. Han llegado a su apoteosis recurriendo a su capacidad de convicción hasta el punto que americanización y globalización se confunden. No es lo mismo aceptar un McDonalds en la esquina o seguir las novedades de Hollywood que acoger con satisfacción el control militar y político del mundo.
Cuando el presidente Bush lanzó su nueva política estratégica invocando la guerra preventiva y la hegemonía militar del mundo, se apartaba de los principios básicos de sus antecesores. Se partía del poder duro en detrimento del poder blando, siguiendo las tesis de Joseph Nye. Optó por la imposición, aunque sea de los principios democráticos, y se apartó de la persuasión. Es el drama que viven, que vivimos, en Iraq.
Perdonen esta incursión en el terreno profético. Si alguien lee estas líneas dentro de cien años dirá si tenía o no razón. Pero precedentes, „haylos“. "
LLuis Foix in „La Libreta“ für „La Vanguardia“-online am 28. april 2004